25/07 > 11/08 2017
Club Diario de Ibiza
Una serie de obras de un artista que ha sabido combinar la pintura y la literatura, siempre pensando en el doble registro del color y las palabras. La palabra a menudo entendida como una evocación de una escritura del alma, de un mensaje inconsciente, de una caligrafía arcaica, elaborada desde el polvo de la materia y depositada sobre el lienzo. Materia que, como sugiere el título de la exposición, es ceniza y resultado de una combustión lenta, un proceso de erosión, cancelación y transformación de una sustancia en otra. Pensando en el texto “Feu la cendre” del filósofo francés Jacques Derrida (traducido, en la edición al español, como La difunta ceniza), Jean-Marie Barotte utiliza la escritura poética y filosófica como detonador pictórico confiando a la imagen la transcripción de lo que fue “entregado al fuego”, restos de una memoria, donde fragmentos de palabras, nombres y letras emergen como evidencias, indicios o heridas. En composiciones pequeñas como breviarios o más amplias y espaciales como en algunas instalaciones concebidas para la exposición milanesa, Barotte funde también su doble origen, un equilibrio entre Italia y Francia, tierras y culturas igualmente presentes en su formación, aunque separadas tras treinta años de investigación inagotable.
“La obra del artista italo-francés ha sido durante años clasificada por la crítica como una investigación sobre el valor semántico del negro. Un salto en la oscuridad de lo existencial, búsqueda desesperada de un rayo de esperanza en la oscura noche de la redención. Hoy Barotte encanta y maravilla por su giro repentino hacia las áreas de color, donde la luz irrumpe en sus iconos, en las páginas de los misales laicos desentrañados del espacio, tablas de memoria que llevan impresas las huellas de un pasado arcaico, fósiles de una vida primigenia. El color actúa como un flash, una grieta en tierra seca, una herida de lava y magma en la materia hecha de ceniza depositada en el tiempo. Después de las importantes exposiciones individuales llevadas a cabo en Milán, Barotte vuelve a París con un grupo de obras recientes que nos cuentan sobre esta nueva etapa de su reflexión. Una reflexión sobre el propio lenguaje de la pintura, arrancada de cuajo desde ése límite sutil que divide la sombra de una fuente de luz capaz de filtrar a través, el umbral de lo visible. “Per Visibilia ad invisibilia” decían los antiguos, en alusión al método de conocimiento de lo otro que permite anticipar lo invisible a través de imágenes reconocibles. Basta pensar en la perspectiva abierta en el mundo del arte acerca del significado mismo del icono, emblema metafísico de las imágenes y de la luz que han prestado a los tonos de oro un mensaje subliminal de comunicación con las fuentes de creación. Acompañado de los versos de los escritores que más han influido en el pensamiento de Barotte, otorgando a su investigación un grueso estilo literario, desde Edmond Jabes hasta Jacques Derrida, podemos cruzar la frontera sensible de los iconostasios “la frontera entre el mundo visible y el invisible”, a través de una pintura que trasciende los datos reales, la oscuridad de lo contingente, para adentrarse en una esfera de destellos de la dimensión absoluta. “(Dernière frontière de una presentación de Chiara Gatti)
“Ya sea por el humo negro de las velas o por el fondo opalescente de la ceniza de las noches y de los días, restos exiguos y efímeros de alguna combustión que ha consumido lentamente el significado de las cosas incluso antes de su propia densidad material, el trabajo objetivo de Jean Marie Barotte es profundamente infinito en algo que semeja a un éxtasis de introspección sin piedad, hacia la raíz misma de la sensación de existir. Sus imágenes se mueven desde un territorio de la conciencia expresiva que podría llamarse pre-pictórico, o incluso pre-lingüístico. Los materiales visuales que las componen e inquietan se refieren a un impulso profundo, a una especie de inconsciente que fluye de las leyes primordiales de la sangre y el instinto. Hasta tal punto que, cuando se las ve por primera vez, sacadas del ciclo dedicado a la poesía de La Noche oscura de Juan de la Cruz o de Le voyage de l’âme o de las Méditations érotiques, nos hacen pensar inevitablemente en una versión más mínimal, más sombría y absorta, de las grandes lecciones del expresionismo abstracto americano. Proporcionándonos, sin embargo, tiempo para adentrarnos, no es difícil darnos cuenta que estas obras conceden poco espacio a sugerencias de lo visual y lo material, como por otro lado fue el caso de aquella escuela. Son en efecto, muy al contrario, “pobres” de pictoricismos y sensibilismos, rutas más bien de una áspera simplicidad, de una perentoria sequedad que se vuelve aún más sensible cuanto más rigurosa y demacrada. Como un osciloscopio del alma, como el registro de un extraordinario, fulminante sismógrafo emocional. (E quindi uscimmo a riveder le stelle, de una presentación de Giorgio Seveso)
Jean-Marie Barotte, nacido en Milán en 1954. Después de una larga experiencia en el teatro como actor en el grupo ‘Cricot 2’ del director y artista Tadeusz Kantor, decide dedicarse a la pintura como nueva forma de expresión. Partiendo de la literatura poética y filosófica, su pintura toma la forma de una meditación. Exposiciones recientes: Personal NEROCENERE, Fondazione Stelline Milán 2014 – E QUINDI USCIMMO A RIVEDER LE STELLE, Nuova Galleria Morone Milán 2014. Además, la escena una Ultima Cena Galleria del Institut français de Milán, con motivo de la Exposición Universal 2015. LIMEN, 21 Project Room Paris 2017.
The recent works of an artist who has managed to combine painting and literature, thinking always about the double register of color and words. The word often understood as an evocation of the writing of the soul, of an unconscious message, of an archaic calligraphy, constructed from the dust of matter and applied on the canvas. Matter that, as the title of the exhibition suggests, is ash and a result of a slow combustion, a process of erosion, cancellation and transformation of one substance into another. Thinking about the text “Feu la cendre” by the French philosopher Jacques Derrida (translated into the English edition as Cenders), Jean-Marie Barotte uses poetic and philosophical writing as a pictorial image detonator entrusting the image with the transcription of that which was “delivered to the fire”, what remains of a memory, where fragments of words, names and letters emerge as evidence, indications or wounds. In small compositions as breviaries or from wider and spacious ones as some works designed for the Milanese exhibition, Barotte fuses his double origin as well, a balance between Italy and France, countries and cultures equally present in his background, albeit separated after thirty years of inexhaustible research.
Indeed, either the black smoke from the candles or the ash’s opalescent background from nights and days, meager and ephemeral remains of a combustion which has slowly consumed the meaning of things even before their own material density, the objective work by Jean Marie Barotte is deeply infinite in something that looks like a merciless ecstasy of introspection, towards the very root of the sensation of existing. His images move from a territory of an expressive awareness which might be called pre-pictoric, or even pre-linguistic. The visual materials that compose and perturb them refer to a deep impulse, a kind of unconscious flowing of the primary laws of blood and instinct. So much so that, when viewed for the first time, taken from the cycle dedicated to La Noche oscura de Juan de la Cruz or Le voyage de l’âme or the Méditations érotiques, inevitably make us think of a more minimal version, more sombre and absorbed, from the great lessons of the American abstract expressionism. Providing us, nevertheless, with time to penetrate; not difficult then to realize that these works grant little space to suggestions from the visual and the material, as was the case of the above mentioned school. Quite the contrary, they “lack” sensitivisms and pictoricisms, routes pertaining a rather rough simplicity, of a peremptory dryness which becomes more sensitive the more rigorous and emaciated. As an oscilloscope of the soul, as the record of an extraordinary, dashing emotional seismograph. (from a presentation by Giorgio Seveso)
Jean-Marie Barotte, born in Milan in 1954. After a long experience in theater as an actor in the group ‘Cricot 2’ from director and artist Tadeusz Kantor, Barotte decides to devote himself to painting as a new form of expression. Based in poetic and philosophical literature, his work crystalizes as a meditation. Recent exhibitions: Personal NEROCENERE, Fondazione Stelline Milan 2014 – E QUINDI USCIMMO A RIVEDER LE STELLE, Nuova Galleria Morone Milan 2014. THE LAST DINER, Gallery Institut français de Milán, for th Exposition Universal 2015. LIMEN, 21 Project Room Paris 2017.